El escenario político mexicano nos regaló otro capítulo digno de la tragicomedia que se ha vuelto la Cuarta Transformación.
Mientras Andrés Manuel López Obrador continúa en su recorrido para dejar el país hecho un caos, el hijo del presidente Andrés Manuel López Beltrán, o "Andy", decidió dejar claro que las críticas de sus opositores le resbalan. Después de todo, ha sido nombrado Secretario de Organización de Morena, y eso, al parecer, lo coloca en una posición inquebrantable, o al menos así lo sugiere su postura autoritaria.
"Morena y el Estado ahora son uno", proclamó Andy con toda seguridad, como si estuviera revelando una verdad que todos debíamos ya aceptar, y aquí viene el verdadero golpe: "La disidencia en la nación y en el partido es traición a la patria". ¡Caramba! ¡Qué curioso que quienes gritaban por libertad y justicia ahora no toleren la más mínima crítica!
El mensaje de Andy deja un sabor a autoritarismo disfrazado de protección patriótica.
En pocas palabras: si criticas al régimen, eres un traidor. Pero no, no le llamen dinastía, que eso les incomoda. Que ironía, ¿verdad?
Mientras tanto, el "segundo emperador" de la política mexicana, el senador Gerardo Fernández Noroña, no quiso quedarse atrás.
En un acto igualmente paradójico, decidió cerrar las puertas del Senado a los ciudadanos, según bajo amparo en el artículo 62 de la Constitución.
Al parecer, los tiempos en que exigía puertas abiertas han quedado en el olvido. Ahora, con mil cerraduras, se asegura de que las críticas no lleguen. ¿Será que el poder les asusta más de lo que quieren admitir?
El panorama se vuelve más grotesco con el fin de los seis años de gobierno de AMLO. El pueblo "bueno y sabio", que votó con esperanza, ha sido testigo de un desenlace en el que la seguridad nacional nunca se fortaleció.
Las voces críticas son aplastadas por el pueblo bueno y sabio que hace su trabajo en un laboratorio de chats; la ironía máxima es que quienes llegaron al poder clamando por la defensa del pueblo, ahora lo dominan bajo las reglas del miedo.
Pero, claro, el pueblo está feliz, y ahora disfruta lo votado… ¿o no?
Lo más desconcertante es que los dueños del país —los que ostentan el verdadero poder, ya sea dentro o fuera del partido— afirman que nadie debería estar molesto por el nombramiento de Andy. ¿Cuántas veces hemos oído esta retórica en la historia? El nepotismo, aunque rechacen el término, sigue corriendo por las venas del poder.
Y si algo ha quedado claro en estos últimos años, es que las malas prácticas no se heredan solo por los genes, sino por las mañas políticas.
¿Es este el México que queríamos?
Mientras tanto, el tiempo sigue corriendo y las dinastías políticas avanzan.
Las voces críticas, si no se levantan ahora, pronto serán solo un recuerdo lejano.
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