Tragicomedia en el Senado: víctimas profesionales y golpes de utilería
- Javier García
- 28 ago
- 1 Min. de lectura

En el Senado de la República Mexicana hemos descubierto un nuevo modelo de negocio político: en lugar de defender causas reales, se fabrican tragedias personales.
Ya no importa el debate, la propuesta o la coherencia: basta un empujón en la tribuna, un discurso inflamado o, quién sabe, un collarín para la foto. El objetivo es vender el espectáculo del “pobre de mí” y convencer a la audiencia de que estamos frente a héroes incomprendidos, expertos en victimización.
La habilidad es casi extraordinaria: con una mano denuncian a los poderosos, con la otra negocian con ellos. Critican lo que aplauden, se niegan a declarar las compras multimillonarias, se indignan de lo que practican y fingen olvidar.
Todo con la solemnidad de quien cree que la memoria colectiva dura menos que un noticiero.
Y como en todo buen teatro, no pueden faltar algunos “medios” que, en lugar de cuestionar, montan el escenario. Se presentan como guardianes de la verdad, pero terminan siendo comparsa: amplifican la narrativa, inflan la victimización y convierten una pelea de pasillo en la nota estelar del día.
Lo más ridículo y curioso es que ellos solitos hacen el trabajo: cada gesto sobreactuado, cada contradicción evidente, cada golpe de utilería los exhibe más que cualquier editorial.
Al final, no se trata de defender a uno bueno o a uno malo, sino de darle la razón a quien realmente la tiene. Ese es el trabajo del crítico: observar, señalar y analizar.
Mientras tanto, algunos medios que aplauden al protagonista de la farsa cumplen su papel… pero no reemplazan la mirada imparcial que refleja lo que realmente importa.











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