Dos refinerías, dos realidades: México desbordado.

Foto de la web.

Mientras el gobierno federal insiste en presumir los avances de Dos Bocas, una refinería que a tres años de inaugurada apenas logra procesar un tercio de su capacidad.

Recientemente, El Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, informó a través de X, qué derivado de labores de inteligencia de campo y vuelos de reconocimiento, se identificó una operación clandestina,  en Coatzacoalcos Veracruz se desmantela una “mini refinería” de huachicol que procesaba crudo robado con mayor agilidad y sin protocolos.

García Harfuch explicó que, en una acción del Gabinete de Seguridad y la Gerencia de Coordinación e Inteligencia Logística de Pemex, en cumplimentó una orden de cateo que resultó en este hallazgo.

La maquinaria ilegal opera con eficiencia, mientras el aparato estatal aún ajusta válvulas en su refinería más cara.

La refinería Olmeca, en Paraíso, Tabasco, fue el símbolo predilecto del proyecto energético soberanista del sexenio de AMLO. Con un presupuesto que rebasó los 18 mil millones de dólares, el gobierno prometió autosuficiencia, empleo y reducción de importaciones. Sin embargo:

• A junio de 2025, solo produce entre 100 000 y 102 000 barriles diarios, un 30% de su capacidad prometida (340 000 bpd).

• Gran parte de esa producción no se distribuye en México, por falta de infraestructura de cabotaje.

• Su mantenimiento, costos de operación y ajustes técnicos siguen consumiendo presupuesto, mientras Pemex arrastra una deuda superior a los 110 mil millones de dólares.

Más que un emblema de soberanía, Dos Bocas se ha convertido en un símbolo del desfase entre discurso e infraestructura, entre lo que se promete y lo que realmente se entrega.

En contraste, el hallazgo de una “mini-refinería” ilegal en Coatzacoalcos Veracruz pone sobre la mesa otro tipo de eficiencia: la del crimen organizado. Con 500 000 litros de crudo robado asegurados, tanques, maquinaria de refinación y logística de distribución, el mensaje es muy claro: El huachicol ya no es solo ordeña de ductos.,

Es una industria clandestina, con sistemas de refinación paralelos. Esto deja en evidencia que: Las redes del huachicol están tecnificadas, organizadas  y, peor  aún, son  protegidas.

El control del Estado sobre sus recursos estratégicos es más débil de lo que se admite públicamente.

El discurso de que el huachicol “se acabó” es una narrativa electoralista, no una verdad operativa que se manejó en toda la administración pasada  y actualmente se está desenmascarando por presiones del gobierno de  EE.UU. Sin duda, son otros datos que todo México ya lo sabía, pero se negaba aceptarlo y lo que podría ser peor es que fueran parte de ese crimen  organizado. 

Mientras que se utiliza el dinero del estado  para invertir miles de millones en refinerías que no operan al 100%, el crimen organizado  refina sin burocracia ni licitación.

Pemex enfrenta crisis de producción, deuda, y caída en reservas, pero el huachicol crece y se adapta con la complicidad y protección de algunos funcionarios.

México hoy tiene dos bocas: Una,  es la de refinería oficial, que consume miles de millones y apenas entrega resultados.

La otra, la del mercado negro, que refina, mueve y vende combustibles sin obstáculos, opera en tiempo real, sin regulación, sin controles, sin transparencia… y sin consecuencias reales.

La realidad avanza por la izquierda, por lo bajo y con gasolina ilegal.

Esto no es solo un fracaso energético para México, es una crisis de control territorial y de Estado.

Y en ese fuego cruzado entre simulación institucional y operación criminal, la factura la paga la ciudadanía.

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