🧵¿Moda clásica o histeria textil? | El eterno retorno del estilo
- CentralMedia
- 8 jul
- 3 Min. de lectura

Vivimos en tiempos en los que una chamarra puede parecer una medusa inflable, un zapato se convierte en objeto conceptual digno del MoMA, y un desfile de modas se siente más como una invasión alienígena que como una pasarela. Es 2025 y, spoiler: la moda ha perdido el pudor... pero no la memoria.
Sí, estamos en plena era del “más es más”, donde si no te vistes como meme, no existes. En un mundo visualmente saturado por filtros, glitch y gente que se pone bolsas de supermercado como vestidos (literal, esto pasó en TikTok), lo clásico ha vuelto a sonar como un suspiro de cordura. Un tipo de nostalgia silenciosa que entra en la sala, se sienta derechito, cruza las piernas y dice: “Yo no grito para existir, cariño, yo susurro y todos escuchan”.
💅 El caos como tendencia, el clóset como performance
No es que odiemos la moda extravagante. En ExArtMedia hemos celebrado (y criticado con amor) todo: desde los looks del Met Gala hasta el regreso innecesario de los Crocs con tacones. Amamos el drama, el teatro, el delirio textil. Pero ¿en qué momento la moda dejó de ser wearable para convertirse en arte contemporáneo ambulante con complejo de escultura viviente?
Saint Laurent, Dior, Chanel (y el fantasma elegante de Karl Lagerfeld) parecen haber encendido una vela de esperanza: una silueta simple, un traje bien hecho, una camisa blanca que no necesita WiFi para destacar. Le llaman “quiet luxury”, pero nosotros lo llamamos “cordura con dobladillo”.
🖤 El “little black dress” como rebelión silenciosa
Hay algo profundamente punk en decir “no” al exceso cuando todo el mundo está gritando “más”. En una cultura donde la validación digital exige estridencia visual, optar por lo clásico es casi un acto contracultural.
Como dijo Carolina Herrera (voz de la elegancia eterna y archienemiga del cut-out): “eso no es moda, son cosas feísimas”. Y la verdad, a veces tiene razón. Porque no todo lo que es “arte” debe ir colgado del cuerpo como si fuera el perchero de la avant-garde.
😮💨 La elegancia no está muerta, solo estaba de vacaciones
La vuelta del blazer bien cortado, del vestido que fluye como un poema de Sylvia Plath (pero menos trágico), del look que dice “me importa, pero no necesito gritarlo”, es el equivalente estético de un abrazo con cashmere. Algo así como un antídoto visual frente al apocalipsis del algoritmo.
Y no, esto no significa renunciar a lo excéntrico. De hecho, el nuevo mood es saber combinar lo delirante con lo eterno. Un día puedes parecer salido de un videoclip de Doja Cat, y al siguiente, caminar como si fueras la reencarnación no irónica de Audrey Hepburn... y ambos estilos son válidos.
🎭 La moda como espejo emocional (y arma de resistencia)
Vestirnos es performar. Es manifestar el caos o el orden interior. Y a veces, ese orden viene en forma de una falda plisada beige con pretensiones de inmortalidad. No hay una respuesta correcta, pero sí hay una intención: ser fieles a lo que sentimos hoy, aunque eso cambie mañana.
Porque en este timeline extraño donde conviven los pantalones palazzo, las botas vaqueras, los corsets, los hoodies oversize y el minimalismo zen, la única constante es la posibilidad de jugar, fallar, y volver a empezar... con estilo.
📌 Conclusión: La moda clásica no es un regreso aburrido, es una súplica elegante por coherencia estética en un mundo que se desmorona con glitter. Y a veces, solo a veces, ponerte una camisa blanca bien planchada puede sentirse más revolucionario que llevar un abrigo hecho de peluches reciclados.
Porque sí, amigxs: la elegancia no pasa de moda. Lo que pasa de moda es el exceso sin alma.











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