Pan, circo y olvido: ¿Será este mundial la distracción de un país roto?
- Armando Javier Garcia

- 11 nov
- 2 Min. de lectura

Mientras la presidenta de México se empeña en proyectar estabilidad ante el mundo, la realidad interna se desmorona con el estruendo de lo que no se quiere ver.
La inseguridad se extiende como sombra, la inversión pública se desvanece y las voces que claman justicia son silenciadas con la misma melodía gastada: el pasado tiene la culpa.
Y, sin embargo, el gobierno celebra con euforia la llegada del Mundial en el 2026.
Se vende como un símbolo de progreso, un estandarte de “modernización” y orgullo nacional.
Pero detrás de los reflectores del mundial no brilla el desarrollo, sino el contraste brutal entre el espectáculo y la miseria.
Las comunidades aledañas denuncian desplazamientos, escasez de agua y obras que enriquecen a unos cuantos.
Mientras tanto, la infraestructura pública se encuentra en su punto más bajo, la economía se sostiene con parches y la violencia sigue escribiendo los titulares que el poder quisiera borrar.
¿Puede un Mundial ocultar la fractura de un país donde la justicia es promesa y la seguridad un lujo?
El mensaje se convierte en burla, se invierte en imagen, y no en soluciones.
El gobierno apuesta por la euforia del estadio porque teme el eco del descontento.
Es la vieja fórmula: cuando la realidad duele, el poder ofrece un espectáculo.
El crimen organizado domina territorios, los empresarios pagan su propia seguridad y los ciudadanos viven entre la resignación y la costumbre del miedo.
¿A Acaso México necesita estadios remodelados, en lugar de instituciones reconstruidas? Los mexicanos necesitan respuestas.
Pero el poder prefiere la ovación de la FIFA antes que los gritos de las madres buscadoras.
La historia, como un espejo incómodo, nos recuerda que el “pan y circo” no fue nunca metáfora, sino método.
Una forma refinada de control social, donde el olvido se disfraza de fiesta y la esperanza se compra con boletos de entrada.
Hoy el país está a un paso de vestirse de mundialista mientras sus heridas siguen abiertas.
¿Será este mundial la distracción de un país roto?











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