Gentrificación genuina o consiga política.
- Armando Javier Garcia

- 9 jul
- 3 Min. de lectura

Hace apenas unos días, la Ciudad de México fue escenario de una marcha que, en apariencia, tenía como objetivo denunciar el fenómeno de la gentrificación. Un tema legítimo, sí. Pero el mensaje se desvió rápidamente hacia un blanco específico: los ciudadanos estadounidenses.
Lo que comenzó como una protesta por el encarecimiento de la vida en barrios tradicionales, terminó por convertirse en una consigna política cargada de nacionalismo reactivo y odio selectivo.
Las consignas, lejos de abogar por justicia territorial o inclusión social, fueron dirigidas directamente contra personas por su nacionalidad y apariencia. Más que una marcha social, parecía una manifestación ideológica.
En la marcha no solo se gritó contra los altos precios de las rentas, sino también contra los estadounidenses en general. “Fuera gringos”, “Gringo go home”, “Apoyo a Palestina”, “Palestina libre”, “Fuera ricos”. Consignas sacadas de contexto, desarticuladas del verdadero problema urbano, pero perfectamente útiles para quienes desean alimentar un nacionalismo tóxico.
Lo que llama la atención es la presencia de empleados del gobierno federal, específicamente de la Secretaría de Turismo (SECTUR), portando consignas abiertamente hostiles, da señales alarmantes.
¿Se está promoviendo una nueva narrativa desde el aparato gubernamental? ¿Una en la que se promueve la división entre “mexicanos auténticos” y “extranjeros invasores”?
Esta no es una simple marcha. Es el reflejo del tira y afloja político entre el Gobierno de México y el de Estados Unidos. Y este conflicto de alto nivel ha terminado por aterrizar —con veneno— en las calles capitalinas.
Uno de los episodios más ilustrativos ocurrió cuando el influencer Luisito Comunica fue abordado agresivamente por una manifestante. Ella lo acusaba, lo insultaba, lo tachaba de simpatizante del “enemigo económico”. Sin embargo, todo dio un giro inesperado, cuando quedó exhibida como portadora de una credencial oficial de SECTUR… y de una bolsa de marca extranjera.
La contradicción fue contundente. Reclamar la soberanía económica mientras consumes símbolos de la globalización capitalista. Criticar a los extranjeros norteamericanos mientras se normaliza la presencia de ciudadanos cubanos, venezolanos o argentinos, cuyas estancias —en muchos casos— no generan inversión, sino dependencia institucional.
La “gentrificación” dejó de ser un fenómeno urbanístico para convertirse en una excusa ideológica. Con diferentes consignas dirigidas: no se cuestiona a todo extranjero, solo a uno: el estadounidense.
La gentrificación no es culpa de los avecindados nacionales, mucho menos extranjeros.
Y en este escenario, los verdaderos problemas quedan fuera del debate.
A quien se le debe atribuir la falta de una buena planeación y garantizar la vivienda, igualdad y oportunidad, es al gobierno, porque toda realidad es el resultado de un modelo económico.
Pero culpar a los empresarios estadounidenses o avecindados parece más una consiga política, dejando fuera la realidad actual donde no se toca a los verdaderos responsables, y se reorienta la ira popular.
Y entonces no podemos dejar de preguntarnos: ¿no estamos ante un nuevo tipo de xenofobia selectiva impulsada desde ciertos sectores políticos? ¿No es esto, en sí mismo, una forma de odio avalada por el silencio de las autoridades?
Pero si el problema es el encarecimiento, entonces hablemos del modelo económico.
Y si el problema es la falta de vivienda, discutamos sobre planeación urbana.
Pero si la respuesta es señalar al extranjero con pasaporte estadounidense como culpable universal, entonces no es protesta social: es manipulación política.
En este escenario, el gobierno parece más interesado en profundizar divisiones que en resolver causas. Así como antes dividieron a los “fifís” y “chairos”, ahora buscan contraponer al “mexicano pobre” con el “extranjero con dinero”.
Mientras tanto, se lanzan discursos soberanistas y se alimenta la narrativa del “enemigo externo”, en vez de mirar hacia adentro, que, por cierto, hasta este momento solo se han detenido a chivos expiatorios en las redadas para aparentar combate contra el crimen organizado.
Desde la comunicación política, esto es un manual clásico: cuando no puedes entregar resultados, crea un conflicto que genere emociones.
Divide, distrae, y Culpabiliza a un actor externo. Así se evita el costo político de no entregar justicia, mucho menos resultados.
El riesgo es alto, de generar una cultura de resentimiento que justifique robos, ataques y discriminación bajo la bandera del patriotismo. Eso, en cualquier país, no es soberanía… es retroceso.








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