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La flota chilena que amenazó Acapulco en 1822

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Por José Luis Jaramillo Vela

Hace apenas unos días, el submarino chileno Thomson emergió frente a las costas de Vallarta. Entre turistas sorprendidos y un comunicado escueto de la Secretaría de Marina, quedó flotando la duda: ¿Qué hacía un buque de guerra en aguas mexicanas en tiempos de paz? El episodio recordó otra presencia chilena en nuestro mar, mucho más lejana y mucho más peligrosa: la de 1822 en Acapulco.

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Recién consumada la independencia, México carecía de marina propia.

Por eso la alarma fue mayor cuando en la bahía de Acapulco aparecieron 35 navíos de la Armada chilena con 6,000 hombres a bordo, comandados por el célebre almirante británico Thomas Cochrane, “el Lobo de los Mares”.


Oficialmente, decían perseguir un bergantín español. Pero frente a las costas mexicanas desplegaron sus cañones en formación de ataque, exigiendo provisiones a cambio de no bombardear el puerto.


El general Juan Álvarez, gobernador de Acapulco, resistió la presión hasta que el propio Iturbide viajó desde la capital para encarar al intrépido Cochrane.

El intercambio fue directo: ¿Qué hacen en aguas mexicanas? preguntó Iturbide.

Venimos en paz, solo necesitamos víveres respondió Cochrane.

Iturbide no se dejó engañar: “Denles harina y agua… ¡y que se larguen!”.


La retirada fue solo aparente. Una vez alejados de Acapulco, varios buques chilenos se dedicaron al saqueo de mercantes mexicanos. Incluso ocuparon las Islas Marías y atacaron poblaciones de Baja California, donde hubo violaciones, robos y choques con habitantes locales.


Los motines dentro de la propia flota chilena dejaron a varios almirantes prisioneros, despreciados por las comunidades que apenas sobrevivían a la rapiña. Cuando finalmente regresaron derrotados hacia Chile, ofrecieron disculpas… pero los agravios quedaron grabados en la memoria de los mexicanos.


Las versiones oficiales nunca fueron claras. Ni en México ni en Chile existe documentación sólida que explique la presencia de esa escuadra en Acapulco. Cochrane alegó que perseguía navíos españoles, pero actuaba por cuenta propia y bajo sospecha de insubordinación.


Algunos historiadores sostienen que el gobierno de O’Higgins lo envió a “sondear” la vulnerabilidad de un México recién independizado.


Otros piensan que fue una simple deriva hacia la piratería. Lo cierto es que la Armada de Chile nunca registró oficialmente estos hechos.


Hoy, 203 años después, otro navío chileno aparece en nuestras costas. La Marina mexicana calla, como calló la historia sobre Acapulco en 1822.

Entonces, como ahora, la opacidad alimenta la sospecha. ¿Era ayuda, amenaza o simple provocación?


Los jirones de nuestra historia nos recuerdan que las preguntas incómodas siempre quedan flotando en el mar.


"La historia no siempre se escribe con tinta, a veces se esconde en silencios. En 1822, la Armada chilena dejó una huella incómoda en México; en 2025, un submarino frente a Vallarta reabre las preguntas. Entonces como ahora, lo que no se explica, se sospecha."


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