Ciudad de México 16 07 2024- Las olas ciudadanas que impulsaron a Morena al poder, primero con Andrés Manuel López Obrador en 2018 y luego con Claudia Sheinbaum en las recientes elecciones del 2 de junio, trajeron consigo una mezcla variada de figuras políticas.
En el proceso, Morena ha acumulado tanto apoyo popular como controversia interna, enfrentando un dilema crucial al cumplir diez años de su registro como partido: enfrentar un mayor deterioro en medio de sus victorias.
Morena, el partido que se erigió como el estandarte de la transformación y la inclusión en México, parece que perdió el rumbo.
Un claro ejemplo de esto es la situación de Juan Cáceres Torres, líder nacional de las bases de Morena, quien ha denunciado una preocupante incongruencia de la dirigencia y un creciente autoritarismo dentro del partido.
Juan Cáceres Torres ha sido un defensor de las bases del partido, aquellas que se formaron con la promesa de un cambio real y significativo para el país.
Sin embargo, sus esfuerzos por mantener viva esta mística han sido recibidos con resistencia y exclusión. Cáceres Torres es un ejemplo claro de cómo Morena está renegando de su propia estructura base, aquella que fue fundamental para su ascenso al poder.
A pesar de las afirmaciones de transparencia y renovación, la realidad dentro de Morena parece mostrar un espectáculo cuidadosamente orquestado para mantener el control sobre el partido.
La situación es aún más grave cuando se considera la persecución política que enfrenta Cáceres Torres. Aquellos que no están dispuestos a aceptar las imposiciones de la cúpula del partido se encuentran bajo constante amenaza.
Esta actitud autoritaria es un claro indicio de que Morena está más interesado en consolidar su poder que en escuchar y representar a su militancia.
La trayectoria de Cáceres Torres dentro del partido revela una preocupante tendencia hacia el autoritarismo. Morena, que prometió ser diferente de los partidos tradicionales, está cayendo en las mismas prácticas que tanto criticó. La falta de inclusión y la persecución de disidentes no solo ponen en evidencia al partido, sino que también traicionan los principios democráticos que prometieron defender.
Por otra parte, la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde Luján, una de las fundadoras de Morena, es hasta ahora la única que ha manifestado abiertamente su proyecto de presidir el partido. Esta aparente falta de competencia sugiere un proceso interno más simbólico que democrático, apuntando a la continuidad de las mismas figuras y prácticas.
Sin embargo, la transformación del partido en una fuerza hegemónica plantea la necesidad de cambios profundos, incluyendo nuevas definiciones y la institucionalización de sus principios y valores.
Esta tarea es crucial para evitar las prácticas corruptas que tanto criticaron de sus adversarios. Por cierto, ya están ahí en una relación tipo unión libre sin boda, pero conviven juntos.
Las comparaciones con el PRI del siglo XX son inevitables y, aunque algunos análisis las consideran deshonestas y simplistas, no se pueden ignorar las similitudes en las prácticas y vicios que han resurgido en Morena, como la herencia de posiciones a los hijos.
La manipulación, el control absoluto de los recursos y el uso discrecional del poder son tácticas que recuerdan a los peores momentos del PRI.
Estas prácticas no solo dañan la imagen del partido, sino que también minan la confianza de los ciudadanos en la promesa de un cambio real, que no ha existido.
El control absoluto por parte de los líderes de Morena ha permitido el uso de recursos públicos sin rendición de cuentas, beneficiando a una élite a expensas de la militancia y la ciudadanía.
La falta de competencia real y la perpetuación de un liderazgo cerrado refuerzan la percepción de que Morena se está convirtiendo en una secta más que en un partido político democrático.
Este secuestro institucional podría llevar a un deterioro aún mayor si no se toman medidas para fomentar una verdadera regeneración interna.
La dirección que tome Morena en los próximos días tendrá repercusiones significativas no solo para el partido, sino para el país en general.
Con la creación de nuevos partidos, y con ello nuevos cuadros ciudadanos participando en la política, determinará en gran medida el futuro político de México.
La formación y el pensamiento de quienes asuman la dirección del partido influirán en la integración de la Cámara de Diputados y en la elección presidencial de 2030.
Morena se encuentra en una encrucijada. Para evitar un mayor deterioro en medio de sus victorias.
Sin embargo, las señales actuales de control absoluto y falta de competencia sugieren que el partido está en riesgo, ya que están reproduciendo las prácticas corruptas del pasado.
La responsabilidad recae en sus líderes y militantes.
La situación de Juan Cáceres Torres debería servir como una llamada de atención para todos los miembros de Morena.
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