México entre gigantes: ¿jugador o alfil en la guerra comercial?
- Javier García
- 12 abr
- 3 Min. de lectura
Lo que estamos viviendo en estos momentos es una guerra comercial entre Estados Unidos y China; esto, ha dejado de ser un simple choque arancelario.
Ya no se trata de quién vende más soja, autos o microchips.
Lo que está en juego es mucho más profundo: el control del futuro tecnológico, la hegemonía narrativa a nivel global y la supremacía en las cadenas de valor estratégicas.
En este nuevo tablero de ajedrez político, no hay espacio para los ingenuos ni margen para la neutralidad.
Cuando los gigantes pelean, regularmente los pequeños salen aplastados… o algunos aprenden a colarse entre sus pasos.
México, hoy más que nunca, debe decidir qué quiere ser: ¿un daño colateral más de una guerra ajena, o un jugador estratégico que sabe aprovechar su posición geográfica?.
Porque hasta el día de hoy no ha sabido aprovechar sus tratados y su potencial productivo.
El aumento de aranceles por parte de China a productos estadounidenses, alcanzando hasta un 125%, no es un berrinche comercial.
Es una señal de fuerza de doble filo. Pero mientras tanto, la paralización de exportaciones de tierras raras, elementos indispensables para la fabricación de baterías, aviones, tecnología militar y teléfonos inteligentes.
Esta una jugada quirúrgica: ataca, sin necesidad de disparar, una sola bala.
China entiende que la guerra no se gana solo en el campo económico, sino en el plano simbólico y tecnológico.
Lo mismo sabe el mandatario de Estados Unidos, Donal Trump, que intenta blindar sus cadenas de suministro, atraer industrias críticas de vuelta a su territorio y mantener su dominio en la narrativa global, Libertad, democracia, “el orden internacional basado en reglas”.
Mientras Francia asegura que China no puede sustituir a EE.UU., el resto del mundo se enfrenta a la incomodidad de elegir bando o encontrar una zona gris que lo mantenga a salvo.
Ahí está América Latina, África o el sudeste asiático tratando de mantenerse al margen de un conflicto que, por más que se escondan, serán alcanzados.
México, por su parte, juega una partida doble.
Negocia con Estados Unidos para evitar aranceles discriminatorios sobre autos según marca y modelo, mientras busca mantener su lugar como eslabón esencial en la fabricación global.
Pero esas negociaciones, aunque técnicas, son profundamente políticas.
Lo que se define ahí no es solo el precio de un automóvil, sino si México sigue siendo visto como socio confiable… o como herramienta desechable.
A todo esto, México está en una ubicación privilegiada, su pertenencia al T-MEC, su relación histórica con Estados Unidos y su creciente interacción con China lo convierten en un actor codiciado.
Pero estar en medio no es sinónimo de estrategia. La pasividad es una forma de pérdida.
México debe preguntarse si quiere ser parte del rediseño de las cadenas globales de suministro o si permitirá que las decisiones se tomen sin él.
El país tiene el talento, la capacidad productiva, la diplomacia y la historia para asumir un rol más activo.
Pero eso requiere visión, liderazgo y un discurso que vaya más allá del nacionalismo, que al igual que los gobiernos que ya pasaron por la silla presidencial, no supieron aprovechar como nación los acuerdos comerciales.
No se trata de alinearse ciegamente con una potencia o la otra.
Se trata de actuar con inteligencia estratégica. México debe fortalecer su autonomía tecnológica, diversificar sus mercados, invertir en innovación y, sobre todo, construir una narrativa propia.
Pero la guerra comercial no solo se gana con tratados, sino con visión de futuro. Y si México no define su papel ahora, entonces, que se prepare para el colapso.
¡Desde hace unos años La palabra Resiliencia ha estado tomando más fuerza que nunca!, y este podcast nos lleva a la profundidad de la resiliencia desde un panorama político y social, abordamos y deconstruimos cada uno de estos aspectos desde una visión descentralizada e interpretativa, con reflexión y análisis . próximamente segunda temporada en Podimo.
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