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Ranking: Las 5 represiones más brutales del mundo

Ranking: Las 5 represiones más brutales del mundo
Ranking: Las 5 represiones más brutales del mundo

Un espejo incómodo sobre cómo el poder —sea de izquierda o de derecha— reprime cuando siente que pierde el control.

 

Ranking  5. En 1980, Corea del Sur vivía bajo la sombra férrea del general Chun Doo-hwan, un régimen de ultraderecha.

Fue una de las represiones más violentas contra civiles desarmados en el mundo occidental durante la Guerra Fría. El gobierno  ocultó, negó y manipuló la historia.

 

Ranking 4. El 11 de septiembre de 1973, Chile dejó de ser una democracia para convertirse en un experimento militar.

 Tras el derrocamiento del presidente Salvador Allende, el general Augusto Pinochet 

más de 3,000 personas ejecutadas o desaparecidas, más de 40,000 torturadas, y miles de familias condenadas a la incertidumbre eterna.

 

Ranking 3. La Represión del 2014–2017 con el Gobierno de Chávez y Maduro se  reprimió a  Más de 5,000  ciudadanos, con  detenciones arbitrarias  torturas documentadas por la ONU

La crisis económica y la falta de libertades detonaron una ola de protestas encabezadas por estudiantes, trabajadores y ciudadanos comunes.

La respuesta del gobierno  fue brutal. La Guardia Nacional, junto con colectivos armados afines al régimen, disparó contra manifestantes, persiguió líderes estudiantiles y encarceló opositores.

Un manual de control del siglo XXI con estética de izquierda… pero métodos de dictadura clásica.

 

Rankin 2. El Partido Comunista, en 1989, miles de estudiantes y ciudadanos ocuparon la Plaza de Tiananmen para exigir libertades democráticas y el fin de la corrupción.

La fotografía del “hombre frente al tanque”, símbolo mundial de valentía civil, se convirtió dentro del país en un fantasma prohibido.

 Se habla de mas de 10,000 muertos  pero  la cifra real sigue prohibida en China.

 

Ranking 1. México Tlatelolco 1968. El 2 de octubre, en la Plaza de las Tres Culturas, estudiantes se manifestaban exigiendo libertades democráticas.

El gobierno respondió con una operación militar y paramilitar que terminó en cientos de muertos, detenciones clandestinas y torturas. El Estado fabricó versiones oficiales, manipuló medios, ocultó cuerpos y silenció durante décadas cualquier intento de conocer la verdad.

Foto: Jesús Quintanar
Foto: Jesús Quintanar

 

La historia reciente y no tan reciente del mundo está marcada por un patrón que se repite con escalofriante precisión: cuando una sociedad siente, cuestiona y exige, los gobiernos responden con autoritarismo, violencia y olvido.


En México, se ha vivido esta historia en diferentes tiempos de una o de otra manera. La historia se encarga de recordarnos no solamente el 2 de octubre de 1968; también otras más reciente, considerada para muchas voces criticas analíticas no solo de México también ante la vista del mundo la del pasado 15 de noviembre de 2025, la generación Z, se atrevió a levantar la voz, enfrentando detenciones, abuso de la fuerza publica, censura mediática y persecución política. Así lo dieron a conocer diferentes testimonios.

 

En China, en Camboya,  en Chile (1973–1990) y Argentina (1976–1983), dictaduras militares respondieron a cualquier oposición con tortura, desapariciones y centros clandestinos de detención. En Guatemala, en Myanmar, en Siria, desde la masacre de Hama (1982) hasta la guerra civil reciente, en Irán, tras la Revolución Islámica, los episodios de 2009 y 2022 muestran detenciones masivas, torturas y ejecuciones como respuesta a manifestaciones pacíficas.

En Cuba (protestas de julio 2021), en Venezuela (2014–2017 y posteriores), en Corea del Sur (Gwangju, 1980) y Corea del Norte. Incluso el apartheid en Sudáfrica funcionó con detenciones, masacres y desplazamientos forzados.

Cada país tiene su historia, sus fechas y sus nombres, pero el patrón es el mismo: cuando la sociedad reclama justicia, derechos o democracia, los gobiernos responden con represión física, legal, mediática o institucional. Se criminaliza la protesta, se desacredita a quienes cuestionan y se invisibilizan las voces que no encajan en la narrativa oficial.


No se trata de ideología: derecha, izquierda o sistemas híbridos. La lógica autoritaria es la misma: buscan imponer control y mantener el poder. Lo que cambia son los métodos y la narrativa, pero el objetivo sigue siendo el mismo: silenciar el disenso, negar la dignidad de quienes exigen justicia y perpetuar un sistema que ignora el hartazgo de una sociedad que ya no está dispuesta a callar.


Porque, al final, la represión no solo mata cuerpos; mata memoria, esperanza y confianza, mientras la sociedad olvida.

Y los gobiernos continuarán escribiendo la historia con violencia y manipulación, mientras exista una sociedad dividida.



 
 
 

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