Abstencionismo y manipulaciones: México rumbo al 2027
- Armando Javier Garcia
- 3 oct
- 3 Min. de lectura

En la política mexicana, el daño no proviene únicamente de quien gobierna, sino también de quienes se benefician de ese gobierno sin importar las consecuencias sobre la ciudadanía.
El poder, cuando se ejerce sin ética ni responsabilidad, deja de ser un medio para transformar y se convierte en un fin en sí mismo.
Lo demás como las promesas, los discursos y hasta las encuestas, se disimula en percepciones cuidadosamente fabricadas para aparentar legitimidad.
Hoy México se encamina al 2027, y el tablero político se presenta como un espectáculo donde la imagen pesa más que los resultados.
Corrupción, impunidad, desigualdad y violencia siguen siendo heridas abiertas, mientras la política parece reciclarse más rápido de lo que se transforma.
En ese escenario, la ciudadanía debería ocupar el centro de la reflexión. Sin embargo, los números revelan otra realidad: el abstencionismo domina.
Con apenas un 40% de participación promedio, la decisión queda en manos de una minoría organizada, mientras el 60% restante permanece en silencio.
Ese silencio, lejos de ser neutral, tiene un costo: permite que triunfen proyectos políticos que quizás no representan la mejor opción, o que incluso están vinculados a intereses ajenos al bienestar social.
Las encuestadoras no son, en sí mismas, culpables. Cumplen un trabajo: medir percepciones.
El problema surge cuando esos números se transforman en verdades absolutas, en armas de manipulación, en espejos que sustituyen la exigencia de realidades por la comodidad de una narrativa favorable.
La responsabilidad, entonces, no recae solo en el gobierno que promueve esa percepción, sino también en una sociedad que, con su indiferencia o silencio, convalida el engaño.
El riesgo es evidente: si la ciudadanía sigue comportándose con desinterés, lo que se repetirá será lo que se vive hoy a diario: inseguridad, corrupción y un sistema político que administra percepciones en lugar de resolver problemas.
“En las próximas elecciones intermedias de 2027, se prevé la renovación de 17 gubernaturas y más de 500 diputaciones federales.”
Y ante este panorama también existe una oportunidad que podría marcar un punto de quiebre: el inicio de una segunda etapa del pensamiento social.
Una etapa donde la participación no se limite al voto, sino que se exprese en la vigilancia permanente, en la exigencia ciudadana y en la construcción de proyectos políticos sólidos y congruentes.
El partido en el poder hará lo que le corresponde: mostrarse como la mejor opción, respaldado en encuestas y narrativas favorables.
Pero la responsabilidad real no está en ellos, sino en esa mayoría silenciosa que, a pesar de padecer las consecuencias de las decisiones de gobierno, renuncia a ejercer su poder de decisión.
“La historia reciente fuera de México también lo demuestra. En Chile, durante las elecciones de 2021, la ciudadanía superó los niveles habituales de abstención y con ello inclinó el rumbo político del país, marcando un límite al proyecto de izquierda que buscaba imponerse desde la narrativa del cambio. Esa participación más allá del promedio evidenció que, cuando la sociedad decide involucrarse, no hay maquinaria ni percepción que pueda sustituir la fuerza del voto ciudadano.Esa misma energía podría reaparecer en 2027, proyectándose incluso hacia 2030. El punto es claro: el futuro no depende únicamente de quienes aspiran al poder, sino de quienes deciden.”
El verdadero riesgo no reside en un mal gobierno, sino en una ciudadanía que elige callar, aplaudir percepciones y evadir responsabilidades. Cuando el desinterés supera la exigencia de resultados, el país pierde dirección y sus aspiraciones más profundas se diluyen en la indiferencia.
La abstención no es una falla menor: es una decisión colectiva con efectos estructurales.
Al no participar, el poder se concentra en minorías organizadas y las reglas del juego cambian: los gobiernos responden a quienes sostienen la maquinaria a conveniencia, no a la mayoría que guarda silencio.
El resultado es captura del Estado, políticas sesgadas y pérdida de legitimidad.
Para visualizarlo: si solo participa el 30% del electorado y una fuerza obtiene el 40% de esos votos, en realidad el triunfo lo decide apenas el 12% del padrón.
Ese es el verdadero rostro del abstencionismo: un país gobernado por decisiones de una minoría activa frente a la pasividad de la mayoría.
La abstención no es ausencia de política: es política silenciosa con costos visibles.
Recuperar la democracia exige transformar la queja en exigencia, la indiferencia en vigilancia y el aplauso en responsabilidad. En 2027, el reto no será de encuestas ni de partidos: será de ciudadanía.
Comentarios