CINISMO COLECTIVO: cuando la política se convierte en terapia de autoengaño
- Javier García
- 6 sept
- 2 Min. de lectura

En México, el cinismo ya no se esconde: se presume. La política dejó de ser un terreno de principios para convertirse en un espectáculo tragicómico donde la incongruencia se maquilla.
Veamos un ejemplo de manual: el FOBAPROA. Ese monstruo financiero que cargamos desde los noventa y que fue usado como bandera electoral para crucificar al “viejo régimen”.
Hoy, con Claudia Sheinbaum en la presidencia, se anuncia que los bancos dejarán de deducir impuestos por sus aportaciones. Un “ahorro histórico” de 10 mil millones de pesos anuales, dicen.
¿La contradicción? Los mismos políticos que lo defendieron y se beneficiaron de ese rescate ahora son parte del oficialismo que presume haberle dado el tiro de gracia.
A eso, en la retórica nacional, le llaman “coherencia histórica”.
La incongruencia no es ingenua: es cálculo. El poder sabe que no importa lo que se diga, sino qué tan bien se repite.
Si la mentira se instala como “verdad transformadora”, la historia sobra: basta con el eslogan.
Pero el FOBAPROA es apenas un disfraz en un guardarropa lleno. También se nos quiere convencer de que con un ingreso mensual de 4,700 pesos, alguien ya “sale de la pobreza”. ¡Qué alivio! Con esa fortuna, el ciudadano puede llenar una bolsa de mandado para una semana de despensa, pagar el recibo de luz y, con suerte, comprarse una sonrisa de resignación.
La estadística cambia; la pobreza, no.
La corrupción sigue el mismo libreto. Mientras se repite desde el púlpito que “ya no existe”, ahí permanecen casos sin resolver como el de Segalmex, desvíos multimillonarios y contratos amañados que huelen igual que antes.
La única diferencia es que ahora vienen con el sello “Combate a la corrupción, S.A. de C.V.”.
Y los gobernadores no se quedan atrás: presumen haber desterrado los vicios del pasado mientras reparten contratos millonarios a familiares y reciclan servidores públicos cuestionados.
La simulación dejó de ser excepción: se convirtió en modelo de gobierno.
El FOBAPROA, más que deuda financiera, es un espejo. Refleja un país donde la mentira se volvió rutina y el cinismo, cultura.
Lo que ayer fue pecado mortal hoy es herramienta de marketing. Lo que ayer se prometió erradicar hoy se administra con absoluta naturalidad.
El verdadero riesgo no está en los informes ni en la retórica: está en que la ciudadanía se acostumbre a ellos. Porque cuando el cinismo se normaliza, no solo se contamina la política: también se entierra la esperanza.
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