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“Más allá de los espectaculares: el verdadero dilema rumbo a 2027”

Rumbo al 2027
Rumbo al 2027

En México, la política se ha convertido en un juego de percepciones donde la imagen importa, a veces, más que la trayectoria o los resultados.

 

Quintana Roo no es la excepción. Aunque aún no estamos en tiempos oficiales de campaña, la presencia de  aspirantes ya se percibe en espectaculares, entrevistas, redes sociales e, incluso, desde espacios de gobierno que deberían dedicarse al servicio público y no a la autopromoción.


La pregunta que surge es clara: ¿qué tan responsable es esta construcción de imagen en un contexto donde la corrupción, el desvío de recursos y la impunidad siguen marcando la política del país?

Morena, partido que en su momento criticó con fuerza las prácticas del PRI y PAN, hoy recurre a los mismos métodos que señalaba: uso de recursos indirectos, posicionamiento anticipado y promoción disfrazada de servicio público.

 

El caso de Rafael Marín, tabasqueño y actual representante de la aduana, merece especial atención.


Su nombre circula en Quintana Roo acompañado de espectaculares y promoción anticipada que recuerdan las viejas prácticas de visibilidad temprana.


Pero más allá de la propaganda, su cargo estratégico plantea dudas legítimas.

Como  titular de  aduanas implica gestionar riesgos relacionados con huachicol fiscal, contrabando y lavado de dinero, señalados incluso por organismos internacionales.


La pregunta que surge es simple: ¿es más importante proyectarse como candidato que garantizar transparencia y resultados en un área tan sensible?

 

De manera similar, Gino Segura ha consolidado su presencia en medios y redes, apuntando a una disputa anticipada por el reconocimiento ciudadano.

 

Sin embargo, su silencio frente a temas sensibles, como la Ley de Expropiación en Quintana Roo, abre un cuestionamiento:  ¿un legislador que guarda distancia de los debates polémicos está defendiendo al estado o solo mantiene lealtad partidista? Su capital político hoy parece más anclado en la estrategia mediática que en la construcción de un debate profundo sobre los retos reales de la entidad.

 

A ello se suman nombres como Maribel Villegas, cuya trayectoria sigue dividida entre quienes destacan su experiencia legislativa y quienes no logran olvidar episodios de su pasado político, marcados por señalamientos de incongruencia y oportunismo. Su figura genera rechazo en un sector de la sociedad que observa con desconfianza el reciclaje de liderazgos que prometen transformación, pero arrastran viejas deudas políticas.

 

También está el caso de Ana Paty Peralta, presidenta municipal de Cancún, cuya administración ha sido objeto de críticas constantes en medios locales y en redes sociales por la inseguridad, el manejo urbano y la percepción de opacidad en su gestión. Aunque su proyección busca consolidarla como una carta fuerte de Morena, lo cierto es que las denuncias ciudadanas y los cuestionamientos sobre su capacidad de gobernanza podrían convertirse en un lastre difícil de revertir en una contienda mayor.

 

En este escenario, cabe preguntarse: ¿qué tan limpio puede ser el proceso cuando los aspirantes llegan a la contienda con la imagen ya “manchada” por el desgaste del partido o por el historial propio?

El verdadero desafío no está solo en los partidos o candidatos, sino en cómo la ciudadanía percibe y evalúa estas prácticas.


Las elecciones futuras podrían ser un simple reflejo de la estrategia mediática, o bien, una oportunidad para exigir coherencia, transparencia y liderazgo auténtico.


La historia reciente muestra que los mismos patrones se repiten: campañas adelantadas, uso de recursos públicos para promoción y silencios estratégicos frente a temas cruciales.

 

Si algo puede marcar la diferencia en 2027 no será la espectacularidad de las campañas ni la capacidad de colocar rostros en bardas y espectaculares, sino la credibilidad de las propuestas y la coherencia de quienes las encabecen.


La ciudadanía, más que espectadora, debe convertirse en árbitro de la política que se practica, exigir rendición de cuentas, transparencia y visiones de largo plazo.

“En 2027, la verdadera disputa no será entre nombres o colores.


El marketing político podrá llenar calles de espectaculares, pero la conciencia ciudadana será la única capaz de llenar las urnas de legitimidad.


La elección, aunque parezca lejana, ya comenzó. La respuesta está en manos del electorado.

Y la decisión, inevitablemente, será de quien participe, pero sobre todo de quien emita su voto.


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