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“México entre Soros y Trump: soberanía en el filo de la geopolítica.”

Soros & Trump
Soros & Trump

En la política internacional no hay casualidades, solo movimientos calculados. 

Donald Trump teje un bloque de mandatarios alineados con Washington, México enfrenta un dilema que podría marcar su futuro económico y diplomático: alinearse con el pragmatismo securitario de EE. UU. o insistir en un modelo híbrido que combina soberanía discursiva con vínculos globalistas.

 

Donald Trump y la figura de Marco Rubio como emisario endurecen la presión sobre América Latina.

La narrativa se articula en tres frentes. Seguridad: exigir resultados concretos contra el narcotráfico. Diplomacia: fortalecer a sus aliados naturales. Política interna: George Soros como enemigo público.


Frente a esto, México se convierte en pieza clave: demasiado grande para ser ignorado, demasiado frágil para equivocarse.

 

Claudia Sheinbaum intenta navegar entre dos aguas:

  • Rechaza públicamente la injerencia militar estadounidense, apelando a la soberanía.

  • Pero mantiene un vínculo con magnates revelados por Open Society Foundations (OSF) lo que la coloca bajo sospecha en la estrategia de Trump.


Esta ambigüedad podría convertirse en un punto de fractura: si EE. UU. considera insuficiente la cooperación mexicana, las presiones económicas y comerciales no tardarán en  hacerse efectivo.

 

El verdadero problema no es si Sheinbaum se inclina hacia Soros o hacia Trump, sino que México parece atrapado en un modelo político incompatible con los acuerdos internacionales.

 

La insistencia en un discurso soberanista sin sustento práctico puede terminar costándole al país mexicano en tres dimensiones.

1.     Comercio

2.     Seguridad

3.     Finanzas

En otras palabras: si el gobierno mexicano no logra alinear sus decisiones con las reglas del juego internacional, serán los ciudadanos quienes paguen las consecuencias.

 

El continente se divide en dos bloques:

El eje Trump–Rubio, pragmático y securitario.

El bloque residual, con Maduro  y Sheinbaum en la incómoda posición de flotar entre ambos mundos.

 

En este escenario, la pregunta que debería preocupar a México es clara: ¿seguirá apostando por una narrativa híbrida que choca con las reglas internacionales, o se adaptará al  orden regional que Trump ya está delineando?


La política no perdona  ambigüedad. Y menos aún en geopolítica. México está a punto de descubrir que la soberanía discursiva tiene un alto costo cuando no se acompaña de estrategia real.

 


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