Pemex: entre la “deuda eterna” y la conveniencia del silencios político.
- Armando Javier Garcia
- 12 sept
- 2 Min. de lectura

El gobierno de Claudia Sheinbaum insiste en rescatar a Pemex, y responsabilizando a Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto de la llamada “maldita deuda corrupta”. Y, en parte, tiene razón: durante los sexenios, de ellos, la petrolera se endeudó mientras producía menos petróleo, gasolina y diésel. Ese dato debe reconocerse.
Pero reconocer no equivale a justificar la narrativa propagandista con la que se pretende maquillar la falta de soluciones de fondo.
Pemex arrastra hoy una deuda superior a 105 mil millones de dólares, con vencimientos anuales de 250 mil millones de pesos que simplemente no pueden dejarse de pagar.
La presidenta comparó estas cifras con el costo del Aeropuerto Felipe Ángeles, como si la analogía resolviera algo.
El verdadero desafío no es encontrar comparaciones, sino hacer de Pemex una empresa sustentable y competitiva en el mediano plazo. Ahí es donde el discurso oficial se queda corto.
Mientras se pide austeridad a los mexicanos, la realidad revela una contradicción difícil de ocultar: Pemex ha incrementado sus envíos de combustible subsidiado a Cuba. Entre mayo y junio de 2025, se registraron 39 embarques con valor de 850 millones de dólares, recursos que podrían aliviar la crisis financiera de la empresa, pero que sostienen a un régimen extranjero con más de seis décadas en el poder y con 86% de su población en pobreza extrema.
Así, la incoherencia es evidente: se exige a los ciudadanos financiar el rescate de Pemex mientras se subsidia a La Habana. ¿No se puede dejar de pagar la deuda heredada… pero sí se puede dejar de atender a millones de mexicanos para sostener un gobierno ajeno?
Sheinbaum promete que en 2027 Pemex será “autosustentable”. Sin embargo, la evidencia apunta a lo contrario: la empresa no se está rescatando, se hunde en contradicciones políticas y financieras.
La deuda es real, pero también lo son las decisiones actuales que la agravan.
Y no es la única factura pendiente. La verdadera “maldita deuda” no solo se mide en dólares: también está en el huachicol fiscal y energético, enraizado durante años bajo la complacencia de quienes juraron combatir el crimen organizado y la corrupción.
Una deuda sembrada por el crimen organizado, que erosiona la confianza ciudadana, y normaliza la impunidad.
Callar estas verdades no es proteger a la nación, es encubrir conveniencias políticas con silencios calculados. Y cuando el silencio sustituye a la justicia, no se gobierna: se administra la decadencia.
La verdadera pregunta no es si Pemex sobrevivirá a 2027, sino si México resistirá un modelo que convierte la deuda en herencia perpetua y la política energética en propaganda.
Siendo muy directo, un país que normaliza la corrupción y silencia los daños del presente no está construyendo futuro: está hipotecando su dignidad.
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